Personajes Ilustres

Nacidos en Monzon



José Mor de Fuentes (1762-1848)

De auténtico nombre José Mor y Pano, nació en Monzón y allí murió, en total miseria, acogido a la caridad de un sastre. 
Estudió Humanidades en Zaragoza y en Vergara (el mejor centro superior español de entonces). 
Militar e ingeniero hidráulico, participa en la toma angloespañola de Tolón (1793) y se retira de la milicia en 1796. 
Enemigo de Godoy y admirador de la Revolución Francesa, escribió contra Napoleón cuando éste, proclamado emperador, invadió España. Vivió el Dos de Mayo en Madrid, viendo morir a su amigo Velarde. En Zaragoza se le ofreció el mando de la defensa, que recayó, luego, en Palafox. Participó en ella oteando, con un catalejo de la condesa de Bureta, los movimientos enemigos, como vigía de la Torre Nueva. 
En Madrid dirigió los periódicos liberales “El Patriota” y “La Gazeta”.Constitucionalista, en 1823 emigró a Toulouse, volviendo a Monzón y Zaragoza en 1826. Traductor de Horacio y Salustio, de Goethe y de Rousseau, fue comediógrafo y poeta y escribió una famosa autobiografía, redescubierta por Azorín (el Bosquejillo, en 1836), en la que narra, con extraordinario atractivo para el lector, numerosos pormenores de su vida, tan ajetreada, mostrando su radical independencia personal y política, los pleitos con su familia, sus éxitos literarios... 
Su novela La Serafina cuya acción transcurre en Zaragoza, fue editada tres veces en 1797 y reeditada en 1802 y 1807. Soñó, inútilmente, con una España «gallarda, pundonorosa e independiente».

Manuel Alegre “el Cantarero”
Manuel Alegre, de casa de los Cantarero de Monzón. Fue comandante de la partida de guerrilleros del reino de Aragón, nombrado por la Junta Superior de Gobierno del mismo. Su acción guerrillera se ciñó a las zonas del Cinca y el Alcanadre. Le caracterizaron su valentía y arrojo en la lucha contra los franceses. Sus restos reposan en la iglesia parroquial de Villanueva de Sigena. El Cantarero, que profesaba profunda devoción a la Virgen de la Alegría, depositó en el camarín del santuario el pendón o bandera que llevaba en sus correrías. La ciudad de Monzón le ha dedicado una calle, y su figura y su estandarte aparecen en un vitrial de la ermita. (Francisco Castillón Cortada. “El castillo de Monzón”, pág. 470).

Joaquín Costa Martínez (1846-1911)

Joaquín Costa Martínez nació en Monzón el 14 de septiembre de 1846 y murió en Graus el 8 de febrero de 1911. Político, jurista, economista e historiador, el mayor representante del movimiento intelectual decimonónico conocido como Regeneracionismo. Trabaja y estudia en Huesca -magisterio- y Madrid, donde se doctora en derecho (1872) y Letras (1875). Escribe “La vida del Derecho” (1876) y es profesor auxiliar en la Universidad Central, cargo al que renuncia en protesta por la política educativa de la Restauración junto a Giner de los Ríos y otros miembros de la Institución Libre de Enseñanza. Ejerce como letrado en Cuenca y después en Huesca (1877-1879); en su provincia natal redacta “Cuestiones celtíberas: religiones, organización política, civil y religiosa de los celtíberos” y “Derecho consuetudinario del Alto Aragón”.
Accede al cuerpo de notarios (Granada, Jaén) y aboga por la reorganización del Notariado, del Registro de la Propiedad y de la Administración de Justicia (1890). Sin embargo, una progresiva enfermedad de atrofia muscular le recluye en Graus, donde organiza la Liga de Contribuyentes de Ribagorza que deriva en movimiento político de inclinaciones sociales. (...) Tras regresar, por fin (1893), a una plaza de notario en Madrid, tiene una visión mucho más política y científico-social, y prepara su magna obra Colectivismo Agrario(1898), en la que critica de la destrucción por las desamortizaciones y otras prácticas de ancestrales sistemas de propiedad comunal, y galvaniza a la opinión pública a raíz del Desastre de 1898, en el que España pierde Cuba, Puerto Rico y las islas Filipinas (guerra con EEUU). (...) Con sus mensajes a las Cámaras Agrarias aragonesas consigue la creación de una Asamblea Nacional de Productores que se alía con las Cámaras de Comercio de Basilio Paraíso y la Liga Agraria de las clases propietarias castellanas de Santiago Alba para formar la Unión Nacional, partido populista y muy crítico con el sistema de la Restauración canovista. Esta propuesta resulta heterogénea y al principio resta muchos militantes al republicanismo, y aunque allí están, diluidas, las ideas de Costa, carece de su método y su dirección y no acaba en partido político.
(...) Elabora un programa de enunciados prácticos (1902), casi su testamento político, en el que mezcla grandes horizontes y algunas obsesiones menores:
1. Cambio radical en la aplicación y dirección de los recursos y energías nacionales (presupuesto volcado en educación, colonización interior, obras hidráulicas, repoblación forestal, investigación científica, etcétera).
2. Reforma de la educación en todos sus grados.
3. Abaratamiento rápido del pan y de la carne.
4. Mejoramiento de los caminos de herradura.
5. Suministro de tierra cultivable a los que la trabajan y no la tienen propia. ¿Cómo? Derogando las leyes desamortizadoras relativas a los concejos, autorizando a los Ayuntamientos para adquirir nuevas tierras, creando huertos comunales... Donde esto no baste, expropiación y arrendamiento...
6. Legislación social (contrato de trabajo, seguro social, cajas de retiro).
7. Sanear y europeizar nuestra moneda.
8. Creación de un poder judicial digno de su función.
9. Municipalización de servicios públicos y de ciertas industrias o comercios.
10. “Renovación del liberalismo abstracto y legalista imperante... sustituyéndolo por un neoliberalismo orgánico, ético y sustantivo... Represión con mano de hierro y sin tregua a caciques y oligarcas".
(...) Ese mismo año ingresa en la Real Academia de Ciencias Morales. Su elección como diputado republicano llega cuando ha perdido casi del todo la esperanza en regenerar España.  (...) Su fracaso político le radicaliza y acerca en sus últimos años al socialismo. Derrotado, muy enfermo, se retira a su villa familiar, de la que aún sale alguna vez para tronar (de ahí el sobrenombre de León de Graus) contra proyectos gubernamentales. Se reafirma en su ideal republicano, matizado por el gran respeto que le inspira Pablo Iglesias. Su muerte provoca una gran convulsión nacional, y es enterrado en Zaragoza al oponerse el pueblo al traslado de sus restos al futuro Panteón Nacional y no desear los monárquicos un entierro multitudinario, capaz de presentarse como un plebiscito contra el sistema. (...) Se publican todos sus discursos y escritos sobre Política Hidráulica, en cierto modo su testamento político y una de las grandes batallas que ganará después de muerto, al impulsarse, años después, importantes planes de riegos en Aragón y otros lugares de España.

Mariano de Pano y Ruata (1847-1948)

Ilustre erudito cultivador de las letras y en especial de los temas históricos y artísticos. Nació en Monzón el 3 de agosto de 1847 y alcanzó la edad de 101 años en pleno vigor intelectual y físico. Fue miembro y director de la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis, de Zaragoza, y académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, y participó activamente en la conmemoración del centenario de Los Sitios de Zaragoza.
Asimismo, fue fundador de la Liga Católica en 1903, que luego se convertiría en Acción Católica. Escribió varios libros y artículos sobre temas históricos y artísticos, además editó documentos medievales relativos a la zona de Monzón y Sijena (cronista oficial del monasterio de esta localidad). Se le conoce como “el patriarca de las letras aragonesas”. Entre sus muchos reconocimientos, atesoraba la Gran Cruz de Isabel la Católica. En Zaragoza fundó la Caja de Ahorros de la Inmaculada.

Joaquín de Pano y Ruata (1849-1919)
Nació y murió en Monzón (1849-1919). Fue ingeniero de Caminos, Canales y Puertos. Becado por el Gobierno, estudió en Alemania las construcciones metálicas. Otra faceta de su amplia actividad investigadora fue la ornitología (estudios sobre las falcónidas). Cuando estalló la guerra ruso-japonesa, traducía fácilmente el ruso y, por el deseo de contrastar la prensa de ambos países, aprendió el japonés en gramática rusa.
En sus dieciocho años de actividad ingeniera, modernizó las técnicas de construcción de grandes puentes e introdujo singularidades que despertaron la admiración de sus compañeros de profesión. Entre los puentes de fábrica, llevan su firma el viaducto de Saganta y el aligerado de Rialvo; y entre los metálicos, los de Sariñena y Ontiñena sobre el río Alcanadre, el de Graus sobre el Ésera, el de Murillo de Liena, y los de Monzón y Fraga sobre el Cinca. Sus artículos sobre la materia publicados en la Revista de Obras Públicas atrajeron la atención general, se estudiaron en la Escuela y fueron consulta obligada de los ingenieros proyectistas.

Antonio María Pueyo Val

Ocurrió su nacimiento en la villa de Monzón el día 31 de marzo de 1864, reinando en España Isabel II, siendo bautizado el día siguiente, primero de abril, en la parroquia mayor de Santa María del Romeral por el regente de la misma Pedro Boren, imponiéndosele los nombres de Antonio Teodoro.

Era hijo de Antonio Pueyo y Pueyo, nacido en la villa de Panticosa, en el Valle de Tena y de Irene de Val y Calvo, natural de Almudévar, Maestra de niñas. Y fueron sus abuelos paternos Francisco Pueyo y María Pueyo, ambos de Panticosa; y los maternos Francisco de Val, de Almudévar y Alejandra Calvo, de Pomar de Cinca, que fue la madrina de nuestro protagonista.

Realizados sus primeros estudios, cumplidos los 16 años, Antonio Pueyo y Val ingresó en 11 de abril de 1880 en la Congregación de Misioneros del Inmaculado Corazón de María (fundada por el Ven. Padre Claret, y por ello denominados claretianos) y antes de su ordenación sacerdotal -que tuvo lugar el 22 de agosto de 1886- fue destinado a realizar funciones docentes en el Colegio de su Orden en Alagón (Zaragoza), al frente de la cátedra de Retórica.

De allí pasó a la ciudad de Córdoba, en la que fue nombrado Superior local y Consultor General de su Instituto para la provincia Bética, en la que también ejerció como profesor del curso de preparación al ministerio, destinado a los padres jóvenes como último curso de su carrera eclesiástica. Allí se distinguió como orador sagrado y por su incansable actuación misionera y, singularmente por su apostolado a favor de la Buena Prensa. Apasionado por la arqueología y la arquitectura, emprendió la restauración de la iglesia mudéjar de San Pablo, antiguo convento de los Dominicos, que mereció, al finalizarse aquélla, los generales elogios de las instituciones y vecinos, siendo ello motivo para que fuera nombrado Académico numerario de la Real Academia de Bellas Artes cordobesa.

Dadas sus aptitudes y su tenacidad para el logro de las misiones más dificultosas, se le encomendó la tarea de fundar casas claretianas en las ciudades de Londres y París, lo que le obligó a realizar frecuentes viajes y establecer numerosas relaciones, llegando a culminar, finalmente, con éxito esta encomienda, lo que le sirvió de mérito para ser incluido en una terna de propuesta para cubrir la sede episcopal de Canarias.

Destinado a Colombia, demostró allí de nuevo sus excelentes cualidades, actuando de mediador en las disputas entre aquella nación y Ecuador y su saber en materia de arquitectura, dirigiendo las obras el templo del Voto Nacional de Santa Fe de Bogotá, al que decoró después artísticamente.

Su Santidad Benedicto XV, a propuesta del gobierno colombiano, le nombró Obispo de Pasto (Colombia) el 26 de noviembre de 1917 y en su consagración episcopal, celebrada el 6 de enero de 1618, efectuada en la citada iglesia del Voto Nacional, actuó Monseñor Enrico Gasparri, Arzobispo titular de Sebastia y Nuncio apostólico, asistido por Eduardo Maldonado y Calvo y Leónidas Medina, Obispos colombianos de Tunja y Camaco, apadrinándole el doctor Vicente Concha, Presidente de Colombia, en compañía de todos los Obispos del país. La diócesis de Pasto, situada al sur de Colombia, tiene una extensión superficial de seis mil ochocientos trece kilómetros cuadrados y una población de 771.363 habitantes, residiendo casi 405.000 de ellos en la ciudad de San Juan de Pasto, capital de la diócesis y del Departamento administrativo de Nariño.

Por su jerarquía episcopal tuvo asiento, con voz y voto, en el Parlamento de aquel país, donde emitió sus acertadas opinión y consejo en muchas ocasiones.

Su episcopado estuvo lleno de actividad apostólica, que puede resumirse así: .

lFomentó intensamente, como buen aragonés, el culto a la Virgen del Pilar y al Arcángel San Rafael.

lDurante su inicial y extensa Visita pastoral confirmó a más de veinte mil niños y jóvenes.

lPropulsó y apoyó, con todo entusiasmo, la construcción de un ferrocarril intercontinental para comunicar la región de Nariño con la costa, no descansando hasta que el proyecto se hizo realidad.

lConstruyó un templo en la parroquia de los Reyes, para evitar así discusiones entre los indios nativos y donó para presidirla una imagen de San Fernando.

lPresidió la coronación de la Patrona de Quito, la Virgen María, pese a las amenazas recibidas de parte de los extremitas ateos.

lImpulsó la creación de un pueblo en la zona de los Andes, que recibió el nombre de Desio, como homenaje al Papa Pío XI, colocando su primera piedra.

lDedicó gran interés en la implantación de la doctrina social de la Iglesia y su conocimiento por parte de los centros obreros, sindicatos y asociaciones laborales, prestando una especial atención a las necesidades de los trabajadores.

lEn su tiempo y con su gran ayuda se edificaron: el Convento franciscano de la Visitación; los de Hermanos de San Juan de Dios y San Rafael; el Colegio de San Francisco Javier; el orfelinato de San José; la Casa del Clero; las iglesias de San Andrés, de la Merced y del Carmen, la Catedral de Pasto, el palacio episcopal, erigió varias nuevas parroquias y se restauraron cuarenta y tres templos parroquiales dañados por efectos de los terremotos.

Además de tan destacada actuación, Antonio María Pueyo y Val dedicó tiempo a la realización de una profunda investigación sobre los descubridores y colonizadores españoles, recogiendo datos hasta entonces no divulgados del gobernador Gonzalo Ximénez de Quesada; del capitán Suárez de Roudón; y de los cordobeses Jerónimo de Aguayo y Pedro Fernández de Valenzuela, de los que el primero llevó las primeras semillas de trigo al reino de nueva Granada y el segundo fue el descubridor de las minas de esmeraldas de Somindoco.

Fue autor de las obras tituladas: lHacia la glorificación de Osio (célebre Obispo de Córdoba y gran protagonista del Concilio de Nicea), que presentó al Papa, quien dio su asentimiento a la propuesta de canonización del mismo.

lRealeza de Jesucristo, de gran interés teológico.

lIntroducción a la "Historia del Arte" del P. Naval.

lNumerosas pastorales, cartas y homilías.

Participó intensamente en el Congreso Mariano celebrado en la ciudad de Sevilla, en el Congreso Eucarístico de Chicago, convocado en el año de 1926 y en el Congreso de Misiones de Barcelona, en el que, por sentirse enfermo, no pudo pronunciar su conferencia sobre la vida misional sobre la que poseía tanta experiencia, adelantando su regreso a Colombia, donde se le esperaba con un cariñoso y masivo recibimiento, tras de su prolongada ausencia en Europa, uno de cuyos actos principales fue su visita a Su Santidad Pío XI.

A los sesenta y cinco años de edad se produjo su fallecimiento y mientras recibía los postreros sacramentos, dedicó sus últimos pensamientos a la Virgen María que, según sus palabras "era el cielo de su vida y la dueña de su corazón". El 9 de octubre de 1929, finalizaba la vida de este gran Misionero montisonense, que había dedicado toda su existencia al entero servicio de los hombres y de la Iglesia. Siempre favoreció a los pobres y a los enfermos.





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Ignacio Luzán (1702-1754)
Nació en el seno de una familia noble. Quedó huérfano a los cuatro años y tuvo que trasladarse a vivir con diversos familiares, primero en Barcelona con su abuela (1706) y luego en Palma de Mallorca (1715) con un tío que era eclesiástico. Viajó de joven con él por Italia, y estudió en Milán y la Universidad de Catania, donde se graduó en Filosofía y se doctoró en Leyes en 1727. Dos años después, muerto su tío, marchó a Nápoles para vivir con su hermano, que era Conde de Luzán y gobernador del Castillo de San Telmo, y allí conoció a Gianbattista Vico, del que fue discípulo. A su vuelta a España en 1733 se estableció en Monzón como administrador de la hacienda de su hermano. Se encuentra con un país desconocido tras su largo periplo italiano. Bajo esta impresión escribirá y editará la primera edición de su famosa Poética (1737). En 1741 fue elegido miembro honorario de la Real Academia Española y al año siguiente supernumerario de la de la Historia, para ingresar al fin en ésta 1745. También fue académico de la de Artes de San Fernando. Muy influido por la Ilustración que había conocido más en Italia que en España, estuvo siempre próximo a la Corte y fue secretario de la embajada de España en Francia entre 1747 y 1750. Esta estancia fomentó en él los modos y gustos de la Corte francesa, al tiempo que tuvo oportunidad de conocer las ideas que, más tarde, ayudarían a conformar el espíritu revolucionario. A su regreso ocupó varios cargos oficiales, como el de tesorero de la Real Biblioteca y fundó la Academia del Buen Gusto. Fue nombrado miembro de la Academia de Buenas Letras de Barcelona y murió prematuramente el 19 de mayo de 1754.



Vicente Pilzano (siglo XVIII)
Su familia procedía de Calasanz. Fue racionero de Santa María, y luego canónigo y prior de la misma. Escribió “Colección de noticias históricas de Monzón”, libro que es de suma utilidad para quienes quieran escribir de lo que aconteció en la ciudad en aquella época. Las últimas noticias narradas datan de 1771. Fueron editadas por CEHIMO en 1987. (Francisco Castillón Cortada. “El castillo de Monzón”, pág. 447).